2022 está llegando a su fin. A lo largo de todo este año os he ido compartiendo todo lo que nos iba sucediendo, y muchos de vosotros habéis vivido con nosotros el día a día. Así que poco más tengo que añadir. Pero siguiendo mi tradición en estas fechas aquí tenéis mi resumen del año.


Como recordaréis 2022 lo recibíamos confinados tras una Navidad marcada por los positivos, y poco a poco conseguimos volver a abrazarnos con la tranquilidad de no contagiar a Juan.

En enero Juan estaba bastante recuperado de los efectos de la quimio y la radio y los sabores y los olores iban volviendo lo que le permitían volver a saborear las comidas. Sin embargo en la primera resonancia de control, se empezó a sospechar de que hubiera progresión tumoral. Empezó con ciclos de quimio, pero con la sospecha de que el tumor tenía una naturaleza agresiva e imparable.

Entonces empezaron a aparecer los primeros síntomas de la enfermedad. Ya no eran efectos producidos por la quimio y la radio: empezó a tener problemas en la movilidad de la mano izquierda, problemas de visión, falta de memoria, despistes… todos ellos inimaginables en una persona como él. Entonces descubrimos que el tipo de cáncer que tenía no tenía cura y que además era resistente a la quimio y a la radio, por lo que me puse a buscar tratamientos alternativos, ensayos que hubiera en activo que permitieran obrar el milagro de frenar o incluso eliminarlo por completo.

Durante esas duras y tristes semanas hablamos mucho de nuestra vida juntos, de todo lo que habíamos hecho, de lo que habíamos compartido, de lo que habíamos vivido, de los maravillosos hijos que teníamos y eso hacia que nos llenáramos de orgullo y felicidad. Pero al mismo tiempo había un hecho que era el que más atormentaba a Juan y era pensar que sus hijos iban a perder a su padre. Él que los había cuidado, que les había enseñado tantas cosas a lo largo de estos años, que era su referente, su pilar, su amigo… no podía aceptar que sus hijos crecieran sin su padre.

Pero nada podíamos hacer por más que buscábamos para cambiarlo. Solo una cosa: hacer que el tiempo que quedase contase. Intentar concentrar en unos meses lo que les hubiera dicho en años. Dejar de lado lo más superficial para concentrarnos en el fondo, y dejar ahí todos los valores que Juan quería darles a lo largo de los años. Fueron meses duros,, tristes… pero de una belleza de corazón, de una fuerza y unidad como familia y de una magia como nunca antes habíamos vivido.

En mayo volvieron a operarle y para ello usaron una medicación que permitía que las células cancerígenas se iluminasen (o algo asi). Cuando la cirugía terminó el neurocirujano me llamó y me explico que había quitado todo lo que había podido, pero que el tumor había invadido todo el cerebro y la situación se estaba ya complicando mucho y muy rápidamente.

A diferencia de la operación anterior, la cicatriz esta vez se complicó y volvieron a aparecer síntomas de la enfermedad. Aunque la tenacidad y disciplina de Juan le daban un orden al cuerpo y unas rutinas con las que iba supliendo y muchas veces incluso venciendo los síntomas haciendo que en ocasiones pudiera recuperar habilidades perdidas. Él sabía de la plasticidad del cerebro y que si había zonas dañadas podía hacer que nuevas zonas aprendieran a hacer esa función. Y con constancia lo iba consiguiendo. Era impresionante.

Sin embargo un día, en junio, empezó con problemas de movilidad del lado izquierdo. Era el lado al que afectaba el tumor directamente y cualquier evolución tumoral se veía afectada en movilidad de esa zona principalmente brazo y piernas. Un día en una caída se hizo daño en el pecho y le llevamos al hospital para ver que estuviera todo bien. Sin embargo, al ser enfermo oncologico le dejaron ingresado y esperaron a que le viera su médico.

Le hicieron una resonancia y lo que se vio era devastador. Era como una explosión. Había llegado el momento en que ya no se podía hacer nada más. Como le habían puesto corticoides la presión Intracraneal se redujo y estaba muy gracioso. Pero de esos tres o cuatro días había una cosa que me pidió, y que yo le prometí que así sería: que no volvería al hospital. Y ese se convirtió en mi propósito.

Así que organice todo para que estuviera en casa. Las primeras semanas parecía que recuperaba. Pero poco a poco fue perdiendo habilidades y como él describió usando la palabra precisa: se fue desconectando.

Al principio eran problemas de movilidad, luego aparecieron problemas para recordar, otras veces de visión… pero como buen ingeniero iba evaluando los fallos y las posibles soluciones y cada vez encontraba menos. El se esforzaba por ganar días por nosotros porque estábamos ahí y le dábamos fuerza y un motivo por el que levantarse cada día. Yo le daba la seguridad donde apoyarse a pesar de la dureza del día a día. Sin embargo al final me decía que no entendía que le pasaba pero que se sentía peor. Y en el fondo doy gracias a Dios porque poco a poco fuera dejando de ser consciente, de alguna manera, de lo que estaba pasando.

Y así, la semana del 8 de agosto, poquito a poquito fue apagándose. Cada día se movía un poco menos, dormía un poco más, hasta que el 13 de agosto, en su casita, en su cama, rodeado de los olores de la casa, de los ruidos de la familia, de los pajaritos del árbol de delante… poquito a poquito dejo de respirar y de una forma serena y natural se fue. Como él quería, discretamente y con su familia. Los niños estaban en la pisci y les llamamos para que le dieran un beso y se despidieran de él y así fue. No pudo ser más tierno, más natural y más entrañable.

El primer sentimiento fue ¡lo hemos conseguido, lo hemos hecho bien! Hemos hecho su voluntad que era quedarse en casa. Y eso me lleno de plenitud, de paz y tranquilidad. Los días siguientes las muestras de cariño nos desbordaron. Vino gente de todos los rincones de España e incluso de Europa. Fue precioso sentir el cariño que Juan había sembrado a su alrededor. Y es que a pesar de que era introvertido, reservado y parco en palabras, era noble, leal, honrado, bueno, bondadoso, amable, deportista, amigo de sus amigos… una buena persona que siempre intentó hacer más de lo que se pedía y no trasmitir la tensión que le llegaba.

En septiembre los niños volvieron al colegio y yo al trabajo y poco a poco fuimos volviendo a la rutina de siempre. Y en esa rutina le empezamos a echar muchísimo de menos: en nuestros paseos en bici, en las comidas, en los fines de semana… y cada uno de nosotros cinco lo vivimos de una forma distinta. A veces la ausencia era dolorosa para uno y otras veces le recordábamos con cariño y una sonrisa.

Y así fueron pasando octubre, noviembre y diciembre. Haciendo cosas por primera vez los cinco. Si hasta entonces habíamos sido una piña de 6, ahora nos tocaba ser una piña de 5 con la ayuda de Juan desde el cielo que siempre está y estará presente: en cada desayuno con su súper bol de cereales, en cada amanecer con cada rayo de luz que entra por la ventana y que me recuerda que lleva ya varias horas despierto y tenemos un día por delante, en cada paseo en bici por caminos llanos y otros imposibles, en cada viaje que hacemos, en cada canción que suena en el coche, en cada problema que se me plantea… siempre está a mi lado, y eso hace que nunca me sienta sola y tenga la certeza que aunque no le vea pueda sentirlo siempre a mi lado.

Estaba acabando estas líneas en casa de unos amigos y de repente en la radio empezó a soñar nuestra canción, “Woman”, de John Lenon y podía escuchar su voz a mi lado, cantándola como tantas veces me la cantaba.

Y con este breve resumen cierro 2022. Un año en el que ojalá hubiéramos podido encontrar el milagro que hubiera curado a Juan. Pero que a pesar de las circunstancias tengo la serenidad de que hicimos todo lo que pudimos. Y en el que tras 4 meses solo puedo decir que tengo el mayor de los regalos que la vida me puede dar: haber pasado 20 años juntos, unos hijos maravillosos que están aprendiendo a convivir con el sentimiento de echar de menos a su papi de la forma más bonita que pudiera imaginar; y el cariño y el apoyo de todos los que me rodeáis y que supera con creces, el que jamás hubiera podido imaginar.

Así que hoy, a pocas horas para que acabe el año solo me queda decir ¡¡¡GRACIAS!!!! Y muy feliz 2023