Hace 8 años, un día como hoy, estaba esperando en la habitación del Hospital a que vinieran a buscarme para que, al fin, nacieran los trillizos. Había pasado una noche tranquila pero estaba pesada, cansada y me costaba respirar ya que los peques cada vez eran más grandes. Ya tenían ocho meses, habíamos llegado a la semana 36 que era la semana objetivo. Durante todo el embarazo habían tenido más o menos el mismo peso, pero en el último mes empezaron a cambiar los pesos y la estimación es que Gonzalo pesaría unos dos kilos y medio, Alejandro un poquito menos y la más chiquitina era Tatianita… y así fue.

Vinieron a la habitación hacia las nueve y me fui al quirófano. Estaba tranquila, no estaba nerviosa pero sí que tenía mucha curiosidad por ver cómo serían y cómo iba a ser nuestra vida a partir de entonces. Habían pasado 8 intensos meses con un embarazo complicado y ya estaba deseando ver sus caritas y comprobar que estaban bien, que no se iba a complicar nada y que si algo les pasaba estaríamos ahí para cuidarles.

Juan que me había visto durante los últimos 4 meses echada, estaba deseando ver a sus hermanitos pero sobre todo estaba deseando que me levantara y que volviera a jugar con él como siempre:  que nos fuéramos a la alfombra, nos persiguiéramos por la casa, jugáramos al pilla pilla…

Ya había llegado el día y estaba entrando al quirófano. Personalmente no me gustan las cesáreas aunque sé que en su día se pusieron de moda y se vendían como una cosa fantástica donde los niños no sufren en el nacimiento. Es cierto que es fácil para los niños, que no tienen que sufrir en el nacimiento porque abren y los cogen, pero no deja de ser un quirófano… Así que quizás mi predisposición no era muy bueno pero sólo recuerdo que sentía mucho frío y que lloraba.. Lloraba muchísimo porque realmente no lo sentía como un parto y nunca me había gustado ese formato (se que es algo personal) pero por otro lado sabía que era lo que había que hacer y que todo iba a salir bien.

Tatianita salió la primera como todos pensábamos porque era la que estaba colocada más abajo. Luego nació otro y dijeron “¡que gordito!” y entonces supimos que era Gonzalo porque cuando estaban en la tripa, en las ecografías cada uno ya tenía su nombre y sabíamos quién era quien y en el último mes Gonzalo había ganado más peso que el resto y así, cuando dijeron que el segundo era más gordito sabíamos que era él. Y el tercero nació Alejandro. Nacieron todos fenomenales. A Tatiana se la llevaron a la incubadora 24 horas para observarla ya que era la que pesaba menos (2100) pero creemos que también fue porque al ser cesárea y yo iba a tardar bastante en volver a la habitación intentaron cuidar al papi y no dejarle con los tres en la habitación (que ya hacer el piel con piel con dos es todo un reto) Así que yo volví a la habitación hacia el medio día o a primera hora de la tarde, y mientras Juan estuvo con Gonzalo y Alejandro ejerciendo de padrazo experto.

Mientras Tatianita estuvo en la incubadora unas horas. Estaba muy graciosa porque en la incubadora (que era como una cajita cerrada) estaba toda calentita, sin casi ropita y con el bracito hacia arriba, era una estampa de lo más tierna.  Incluso parecía que estaba tomando el sol en la playa. Siempre nos gusta recordar este momento. Allí pasó la noche y al dia siguiente le subieron a la habitación y ya estaban los tres juntos. Eran tan tan ricos, era tan especial poder estar con los tres en la habitación: poder darles de comer, verles como respiraban, ver que estaban bien. No sabíamos cómo iba a ser ese momento de estar con ellos juntos y simplemente era todo perfecto.  Habíamos llegado allí gracias a todos los médicos que fueron haciendo el seguimiento del embarazo, que resolvieron los incidentes que fueron surgiendo  y que nos dieron la tranquilidad y la confianza que necesitábamos para llevar el embarazo con gran amor y felicidad, especialmente Elena, mi ginecóloga ¡que hubiera hecho yo sin ese ángel a mi lado!

Así que ocho años después aquí estamos, en ese día que tanto nos gusta ¡¡su cumpleaños!!  Esta mañana los peques se levantaron felices porque ¡¡ya cumplen 8 años!! Saben perfectamente lo que es que sea tu cumpleaños, que es lo que implica. Gonzalo me decía ayer: mami mañana cuando me levante quiero toooooda la cocina llena de global (le encanta desayunar con todos sus globos) y sus carteles con mensajes bonitos remarcando algo de ellos. Porque ya son todo unas personalidades:

Gonzalo es el más emocional (tanto para emocionales positivas como negativas) es absolutamente intenso y vive todo intensamente. Es muy tenaz y consigue, a través del esfuerzo y el trabajo, todo lo que se propone. En cierta manera se pone retos todos los días y con su hermano vive en una lucha de posiciones.

Sin embargo Alejandro más calmado y reservado que su hermano es como un angelito. Muy sensible como buen niño y le gustan más las distancias cortas y las amistades de uno en uno. Es curioso le gustan los animales, las piedras, la naturaleza. Le gusta examinar que hace cada animalito lo que hace que nos podamos encontrar un bicho en cualquier situación en el día a día: en el baño, mientras cocinas… O piedras (que llama él minerales) en cualquier bolsillo ¡¡o en mi bolso!!

Y Tatianita es la parte femenina del trio. Ella pone la serenidad, la tranquilidad y no entra en los conflictos. Impregna los días con la misma calma que sientes cuando ves el mar tranquilo en ese silencia que da la naturaleza llena de matices. Todo esto envuelto con una feminidad absoluta,  con cariño, sutileza, dulzura… que no le quita que además le encante el rugby y se coloque como uno más dentro del equipo. Los tres son grandes deportistas y forman un equipo perfecto.

Durante estos 8 años, hemos aprendido, y  yo personalmente he aprendido muchísimo, muchísimo a aceptar las cosas, a enfrentarme a situaciones intensas, a gestionar las situaciones de gran intensidad, a gestionar los cambios y admitir que las cosas no tienen por qué ser perfectas. Que puede haber patrones distintos y todos son perfectos. Que no tenemos que vivir con un modelo de que la vida es A o hay que hacerlo del modo A o B, que también es muy bueno el patrón C el D, el Y… todos tienen sus cosas buenas, sus cosas positivas, sus negativas… y, lo más importante… que además soy un espejo donde se miran mis hijos. Que si yo me enfado les estoy dando el ejemplo de que ante ciertas situaciones enfadarse está bien, que si estoy contenta estoy dando el ejemplo de que hay que esforzarse por disfrutar de la vida. Porque por mucho que les dices lo que realmente hacen los niños es copiar los comportamientos que ven y viven. Tú puedes decirle esto se hace así esto se hace asa y el valor que tiene es mucho menor que el propio comportamiento aprendido. Así que, con el paso del tiempo siento  que tengo la responsabilidad de ser un ejemplo para que mis creen grandes cimientos en su vida.  Así que ser mami-cuidadora siento que mi función se ha ido convirtiendo a una parte emocional y de gran responsabilidad, cosa que me fascina por mi forma de ser, con la responsabilidad del impacto que tendrá en la gente que le rodea.

Han sido 8 años maravillosos y no tengo más que palabras de agradecimiento a la vida y para todos y cada uno de vosotros que habéis estado a mi lado,  a veces desde la distancia con mensajes, llamadas, y otras veces más cerca con cafés, comidas… por cada segundo de vuestra vida que habéis compartido conmigo dando siempre vuestro apoyo en los buenos momentos y en los no tan buenos, escuchándome, animándome.

Tenemos la suerte de vivir una vida maravillosa aunque de vez en cuando la vida nos pone grandes retos por delante que gestionar que cuando se ven parecen imposibles, pero como le digo a los niños : todo es posible (incluso lo imposible), solo hay que ponerse e intentarlo y, solo con eso, algo de forma mágica cambia.

Cuando a veces hablamos sobre las cosas importantes de la vida yo lo tengo claro: la salud y la gente que te rodea.

Un beso y muy feliz día a todos