Desconocemos a ciencia cierta lo que nos espera después de la muerte y eso nos causa inquietud y dolor. No sabemos qué hacen y dónde están los familiares y amigos que nos han ido dejando porque nadie ha ido y luego ha vuelto para contárnoslo.

Sin embargo, para muchos la muerte no es el final sino el principio de una vida maravillosa y eterna donde están todos los que se han ido antes que nosotros.

A través de este precioso cuento, con un precioso simil del proceso que sufre la libélula desde que es una larva, Michael Dufour proporciona calma y belleza a esa inquietud.

Un beso enorme a todos


En el fondo de un viejo estanque vivía un grupo de larvas que no comprendían por qué cuando alguna de ellas ascendía por los largos tallos del lirio hasta la superficie del agua, nunca más volvía a descender donde ellas estaban.

Se prometieron unas a otras que la próxima de ellas que subiera hasta la superficie, volvería para decirles a las demás lo que le había ocurrido.

Poco después, una de dichas larvas sintió un deseo irresistible de ascender hasta la superficie.

Comenzó a caminar hacia arriba por uno de los finos tallos verticales y cuando finalmente estuvo fuera se puso a descansar sobre una hoja de lirio. Entonces experimentó una transformación magnifica que la convirtió en una hermosa libélula con unas alas bellísimas.

Trató de cumplir su promesa, pero fue en vano. Volando de un extremo al otro de la charca podía ver a sus amigas sobre el fondo.
Entonces comprendió que incluso si ellas a su vez hubieran podido verla, nunca habrían reconocido en esta criatura radiante a una de sus compañeras.

El hecho de que después de esa transformación que llamamos muerte, no podamos ver a nuestros amigos o familiares, ni comunicarnos con ellos, no significa que hayan dejado de existir… La muerte no es más que un cambio de misión.

«Cuentos para crecer y curar» de Michel Dufour