A través de esta fábula Jean de la Fontaine nos muestra como aunque cualquiera puede llegar a ocupar un puesto de gobernar, no por ello eso significa que tenga la capacidad para hacerlo con prudencia, sabiduría y negligencia.
Había muerto el león sin herederos y la selva se había quedado sin rey. Los animales decidieron reunirse para elegir un sucesor, alguien que con prudencia y sabiduría gobernase aquellas tierras:
Le pidieron al dragón que llevase la corona, que guardaba celosamente en su profunda cueva, y comenzaron a probar a quién le servía.
Uno tras otro, los animales desfilaron ante el dragón, que iba poniendo la corona en todas las cabezas. Mas a ninguno le servía: a unos les quedaba demasiado grande; a otros, demasiado pequeña; unos llevaban cuernos, y otros, antenas. Cuando ya la asamblea de animales comenzaba a desesperar de encontrar un sucesor para el león, apareció el mono.
-¡Dejadme probarla, yo también quiero probarla! -Exclamó riéndose, pues todo aquello le parecía muy divertido.
El dragón le puso la corona en la cabeza y el mono comenzó a hacer piruetas, gestos graciosos y mil boberías, de forma que todos los animales comenzaron a reírse con tanta fuerza que decidieron nombrarlo rey.
Uno por uno, los animales fueron votando y dándole su aprobación. Sin embargo al zorro no le gustaba la elección, pero como no quería ser el único que llevase la contraria al nuevo rey, también le votó. Cuando resultó elegido y todos hubieron desfilado para felicitarle, el zorro se dirigió al monarca:
-Majestad, os felicito sinceramente por vuestro nombramiento. Como rey que sois, es mi deber informaros que conozco el escondite de un tesoro. Me gustaría entregároslo, pues solo a vos, como rey, os corresponde tenerlo.
Al oír aquello, se le hizo la boca agua al recién estrenado rey, que ordenó al zorro que le guiara hasta el escondrijo.
-Con gusto lo haré, majestad.
Los dos solos se dirigieron a un extremo del bosque frecuentado por cazadores. Cuando llegaron a un claro cerca de un camino le dijo al mono:
-Ahí lo tenéis, señor. Ved vos mismo cómo brilla
Y, en efecto, entre las hierbas se veía brillar un metal. Se acercó el mono muy contento, pensando que aquel era su día de suerte, cuando de repente saltó la trampa y un cepo lo atrapó. pues todo era una engañifa del zorro, que inmediatamente reunió a la asamblea de animales para decirles:
-¿A este queríais tener por rey? Vedlo ahora. ¿Cómo va a gobernarnos cuando no sabe conducirse a así mismo?
Al verlo prisionero, todos convinieron en que la corona le sentaba muy mal, con lo que el pobre mono fue destronado.