Hoy es Domingo de Ramos, llevamos 26 días en casa sin salir (y lo que nos queda) y difícilmente olvidaremos esta fecha en la que el coronavirus llegó a nuestra vidas obligándonos a celebrar este día confinados en nuestras casas, sin posibilidad de unirnos de otra forma, que no sea a través de la tecnología.

Sin embargo, a pesar de que no podremos salir de casa, no saldrán nuestras procesiones, las calles estarán vacías, los restaurantes no abrirán, los parques estarán cerrados, las playas y las montañas estarán vacías… quizás nunca hayamos estado ni estemos tan unidos: unidos por el agradecimiento a todas las personas que hacen posible que se pueda cuidar a aquellos que están sufriendo, unidos por el agradecimiento a todos los que nos están ayudando a pasar todo esté tiempo en casa, unidos en el compromiso de quedarnos en casa para vencer al virus, unidos en la «hora del aplauso» a todos y por todo, unidos a través de todas las aplicaciones que nos permiten hablar, escribir, vernos… y es que este «maldito virus» está generando además de mucha rabia, tristeza, pena… una gran ola de cariño, solidaridad y voluntariado a lo largo de todo el planeta.

Así que por todo ello, y dejando a un lado todo el dolor y rabia de estos días, estoy plenamente convencida que esta Semana Santa va a ser una Semana Santa muy especial que viviremos intensamente. Una Semana Santa que se nos brinda como una oportunidad de meditación interior en un momento de gran incertidumbre por un mañana que nadie sabe ni cómo y ni cuándo llegará. Un momento perfecto para frenar, vivir sin reloj, leer ese libro que tenemos pendiente, escuchar a los demás, alegrarnos de las buenas noticias que recibamos (por pequeña que sea), llorar por los que nos dejan, pedir por seguir teniendo salud y porque todo acabe pronto, perdonar a los que nos han hecho daño, agradecer… con el anhelo de poder estar juntos pero con la seguridad de que tenemos que estar solos hoy si queremos volver a estar juntos mañana.

Feliz Domingo y Feliz Semana Santa a todos.