Cómo cada año antes de mi cumpleaños me siento delante del ordenador con el propósito de escribir sobre el año que abandono y el que esta por venir.

Hay años que me resulta mas fácil que otros pero haga lo que haga, no sé porque, siempre acabo escribiendo por la noche del día anterior y siempre, cómo único compañero el reloj del móvil que va marcando los minutos que quedan  para la media noche y que empiece el día 8 de julio, día de mi cumpleaños. Muchas noches han sido estresantes y este año, aunque lo tenía preparado para enviarlo esta mañana, no va a ser una excepción. Hoy, 7 de julio a las 23:59 será mi ultimo minuto con 40 y lo despido con 40 grados y un gintonic cargado de hielo jiji 

El año 40 ha sido un año intenso, de grandes momentos de reflexión y de pisar el freno. Tuve que adaptarme a la llegada de los trillis y pasar de ser 3 a ser seis con mucha energía, sin pensar si era posible o no hacerlo porque simplemente había que hacerlo, sin plantearme que necesitaba porque la prioridad eran ellos, intentando tener un día a día medianamente armonioso, cuando el la rutina de casa era la de una casa con bebesx3.

Ahora, pasados tres años y medio, las cosas han cambiado. Echo la vista atrás y recuerdo las cosas con menos intensidad. Con tiempo para pensar, siento no haber podido haber sacado algo más de tiempo para que la «invasión trilliza» no nos descolocara tanto y para haber podido explicar mejor a Juan lo que pasaba. Pero… así pasaron las cosas y así las vivimos,  y estoy segura que le ha ayudado a pensar, a valorar las cosas, a creer y pasar de ser él primera persona, a compartir, lo cual es maravilloso y le hace mejor persona.

Ayer me comentaba una amiga que había tenido trillizos porque soy tranquila, fuerte y podía con ello. Pero realmente no siempre he sido así, más bien creo que desde el mismo instante en que me quedé embarazada empecé a cambiar. Si que siempre he sido muy ordenada. Pero ni siempre he tenido el semblante tan tranquilo, ni he sido tan relajada, ni he tenido tanta seguridad en las cosas que hago. A mis sobrinos les enseñé a gritar (mi tía aun me lo recuerda) de pequeña lloraba cuando alguien me molestaba o hacía algo que me hacía sentir mal, era cariñosa, alegre pero sin responsabilidades y me encantaba hacer ocho mil cosas a la vez y acabar todo lo antes posible. Actuaba sin pensar, sin valorar las consecuencias sólo conseguir el fin que buscaba, como buena niña.

Pero con los niños he aprendido que no es necesario correr, que las cosas pueden esperar, que cuando hay un día horroroso lo mejor es irse a dormir y que empiece un nuevo día (las cosas suelen ser peor el día anterior). Que cuando no estás de acuerdo con alguien no significa que sea una mala persona o no sea tu amigo, a veces tenemos puntos de vista distintos y en otros muchos momentos coincidiremos, lo importante es el fondo. Que hay gente que comparte un periodo de tu vida y luego la vida te separa y eso no significa siempre que dejes de ser amigo, simplemente estas a más distancia. Que en otras ocasiones hay gente que desaparece completamente de tu vida y fue solo una coincidencia en el camino. Qué los problemas a veces no tienen solución y tus  padres muchas veces no podrás sacar la barita mágica y resolverlo. Muchas veces recuerdo una frase que nos decía mi padre de pequeños cuando nos encontraba llorando desconsolados: «Cuando algo no tiene solución no consigues nada llorando y si tiene solución no pierdas el tiempo llorando y soluciónalo».

Lo que vives te va haciendo carácter y te hace crecer en una dirección. Siento que los últimos tres años, además de un gran esfuerzo físico, me han hecho reforzarme internamente, poner orden a las cosas, simplificarme, concentrarme en lo importante… para mi ser madre ha sido un regalo. Al igual que el tener muchos hermanos te ayuda a compartir, a ayudar, a pensar en el otro,  tener mucho hijos me ha hecho compartir mi tiempo, mi ropa, mi espacio (bueno… a veces demasiado espacio jijiji). A día de hoy es uno de los proyectos más bonitos que tengo por delante.

Cuando me acuesto y cuando me levanto, soy feliz de verles en sus camitas. Muchas veces me quedo mirando como respiran. Los cuatro son geniales  ¡qué voy a decir yo!: Juan ha reforzado su lado más noble y tierno. Me da miles de besos y da grandes abrazos. Tatiana nuestra princesita ha sacado su lado más rosita sin olvidar los juegos de sus hermanos 100% niños.  Si le gusta algo de mi ropa no duda en decirme «Mami que bonito ¿me lo darás cuando sea  mayor?».  Gonzalo, el gran extrovertido, es súper expresivo y extremo en emociones que poco a poco va controlando. Es incapaz de mentir y si pega a alguien es capaz de rectificarte con frases como «no he pegado a Alejandro, le he dado un pisotón!»  y  Alejandro es noble, risueño, cariñoso y puede pasar horas examinando insectos.

Se portan todos muy bien aunque eso no quita que de vez en cuando se les ocurra ideas tan buenas como pintar la alfombra de naranja,  enganchar la manguera de la terraza al grifo y ducharse… Pero con la puerta del salón abierta

Así que… Como resumen, los 40 han sido geniales y… a por los ¡41!

Gracias como siempre a todos por estar siempre a mi lado (aunque no siempre nos veamos todo lo que me gustaría) por tener paciencia conmigo, comprensión y  mucho cariño.


Tatiana