El siguiente cuento nos muestra de forma sencilla cómo, a lo largo de la vida, lo que nos ocurre son sólo hechos y que el valor que cada uno tiene no depende del hecho en sí, sino de la interpretación que hacemos en cada momentos de nuestra vida.
En el presente dependerá de nuestra forma de ser y nuestras mochilas. Y en el futuro dependerá de si somos capaces de contextualizarlos o no con otros aspectos que a día de hoy no podemos ni imaginar.
Como dijo Epicteto: Lo que importa no es lo que te sucede, sino cómo reaccionas ante ello.
Espero que os guste
Había una vez un campesino que vivía con su hijo. Tenían un caballo que les ayudaba en las labores del campo. De repente, un día, el caballo desapareció. Se había escapado. Un vecino, que vivía en un campo cercano, les visitó y les fue a consolar.
– ¡Qué mala suerte! Se les ha escapado el caballo. Ahora ¿qué harán para trabajar la tierra?
El campesino sabio le respondió:
– ¿Buena Suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién lo sabe! Lo cierto es que se nos ha escapado el caballo. Lo demás, el tiempo lo dirá.
Tras unos días, el campesino y su hijo vieron entrar a su campo a su caballo, pero para su sorpresa, volvía seguido de una yegua. El vecino, nuevamente fue a su casa, tras ver regresar al caballo acompañado, y le felicitó por tan buena suerte.
-Esto si que es buena suerte, tenías un caballo perdido y ahora no solo ha regresado sino que además tienes una yegua
El anciano sabio le respondió:
– ¿Buena Suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién lo sabe! Lo cierto es que el caballo ha regresado con una yegua. Lo demás, el tiempo lo dirá.
En los días siguientes, mientras el hijo del campesino estaba intentando domar a la yegua salvaje, cayó al suelo y se rompió una pierna. Tan pronto como lo llevaron al médico para curarle, este le comunicó al anciano sabio que su hijo quedaría cojo. Nuevamente, el vecino, al ver regresar al anciano y a su hijo, se acerdó a su casa para consolarlo por tan mala suerte, a lo que el anciano respondió como en las anteriores ocasiones:
– ¿Buena Suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién lo sabe! Lo cierto es que mi hijo se ha roto una pierna. Lo demás, el tiempo lo dirá.
Pasado algún tiempo, la región donde vivían entró en guerra y un buen día, un grupo de guerreros se presentaron en cada una de las casas a reclutar obligatoriamente a los jóvenes del pueblo. Al llegar al campo del anciano sabio y su hijo, se dieron cuenta que estaba cojo de una pierna y le dijeron:
– ¿Qué te ocurre en esa pierna?
– Me la he roto mientras estaba domando a una yegua. No puedo correr y nunca más caminaré sin cojear. – dijo el muchacho.
-Así no nos sirves – dijeron los soldados y se marcharon para seguir reclutando a los hijos de todos los vecinos.
Cuando se hubieron ido, el anciano le dijo a su hijo:
– ¿Entiendes ahora porque tantas veces he dicho que el tiempo lo dirá, hijo mío?
Los hechos que nos suceden en la vida no son, en si mismos, ni buenos ni malos. Puede que algo que al principio pareciera bueno, acabe dando lugar a otro suceso que nos parezca malo, y así sucesivamente. No sufras por lo que sucede. Lo que nos genera dolor es la opinión que tenemos de lo que nos ocurre. No tengas prisa, espera a ver como cada situación afecta tu futuro. Un día, con tu pierna rota, ante el médico, la maldijiste y ahora, gracias a la buena suerte de rompértela has evitado la guerra y quizás hasta la muerte.
