¡Buenos días!

Ya es 8 de julio y por lo tanto hoy cumplo 49 años. ¡Madre mía! ¡No me lo creo ni yo! No se como he podido vivir tantos años y como se me puede haber pasado tan rápido. Y es que, cuando me miro por dentro, me siento como si tuviera unos treinta y algo, pero… si cuento todo lo vivido… no puedo engañar a nadie, salen las cuentas ja ja ja

Este año, para que no se me olvidase y asegurarse de que iba a hacer algo especial, los cuatro peques llevan días con la cuenta atrás, especialmente Gonzalo, y no paran de recordarme que se acerca mi cumpleaños. Me han tenido varios días buscando tartas de cumpleaños, se han encargado de buscar velas divertidas con mis números, y no han dejado de preguntándome que quiero hacer por mi cumple. Y es que saben que me encanta el día de mi cumpleaños, que ese día sea especial, que me feliciten, soplar las velas… y así será.

Sin embargo, esa emoción de que llegase mi cumple se ha visto mezclada con otros sentimientos. Y es que si echo la vista atrás, tan sólo doce meses, no puedo evitar conectar con ese ocho de julio del año pasado. Estábamos en pleno verano en Madrid y llevamos días de calor, ese calor que solo se calma con un buen baño en la piscina. Y donde Juan y yo hacíamos lo que podíamos por seguir compartiendo lo que la vida nos permitía en el día a día: un amanecer, un desayuno, un paseo… y tan sólo un mes después nos despedimos tras doce meses desde que le diagnosticaran los dos tumores en el cerebro. Doce meses donde pasamos de recibir la noticia, a empezar con los tratamientos, a darnos cuenta que no se podría curar, a buscar el milagro que nunca llegó para llegar a la etapa final en la que nos retiramos en casa a pasar las últimas semanas juntos.

Nos había dado tiempo a hablar de que haríamos cuando no estuviera. Y por lo tanto, a lo largo de todo este año, tenía clara una cosa: que tenía que seguir hacia adelante a la velocidad que nos pidiera el cuerpo tanto a los niños como a mi. Le hemos echado de menos los cinco. Y tengo que reconocer que tomar los mandos por completo de la casa, de los niños, del colegio, de las rutinas… ha sido intenso y en muchas ocasiones agotador. Pero también, que no hubiera sido posible sin el apoyo de mis personas-apoyo, personas-especiales, personas-regalo, que han estado a mi lado en todo momento, muchas veces cuando ni siquiera yo sabía que lo necesitaba. Sin preguntar, dándome la mano, compartiendo un café, llevándome a un concierto, a una fiesta…Facilitándome el camino, ayudándome a montar las bicis, a hacer papeles, a entender la ley, los procedimientos, los números, a comprender mi nuevo día a día, mis nuevas responsabilidades… Escuchando mis preocupaciones, mis dudas, mis reflexiones… a veces con una copa de vino, otras veces por teléfono, otras veces con preciosos mensajes a través de las redes…Compartiendo días que no siempre eran fáciles de compartir.pero que eran los que tocaba vivir…Haciendo que, aunque estuviera sola, me sintiera acompañada, dándome la confianza y el apoyo necesario para ir tomando las decisiones, para sentirme segura e ir avanzando en el día a día, incluso dándome un empujoncito de vez en cuando.

Se ha cumplido casi un año de esta nueva etapa de mi vida y el balance es más que bueno. Y aunque aún queda camino emocional por recorrer, y aún me quedan muchas decisiones que tomar, cada vez me cuesta menos. Y cuando algo que he decidido, por lo que he apostado, sale bien, la satisfacción es enorme y reconfirma algo que siempre recuerdo a los niños: Todo va a salir bien. Porque estoy plenamente convencida que así será. Porque siempre es así y si algo hay que ajustar, lo ajustaré y seguiré aprendiendo por el camino como siempre he hecho, saltando o quitando las piedras que vaya encontrando. Pero esta vez acompañada de mis maravillosos peques (alguno ya no tanto) y de esas personas maravillosas que tengo a mi lado que no son un apoyo sino un regalo, el mejor regalo de cumpleaños que pudiera haber pedido.

Un abrazo enorme, muy feliz día, muy feliz finde y muy feliz verano

Tatiana