Hola Juan,

¡Menuda intensidad la de mayo!! Ha sido tal la revolución en todos los sentidos, que no se ni por donde empezar. Un mes en el que las protagonistas de nuestro día a día han sido nuestras emociones mientras seguímos avanzando hacia algún lugar y en alguna dirección que no tengo muy clara cual es. Pero ahí sigo… avanzando.

Por un lado, en el mundo de lo material, una vez controlado y bajo control la gestión de los coches, en paz con hacienda por la parte de sucesiones y miles de gestiones adicionales que han ido surgiendo estos meses… llegó el momento de retomar la mítica lista de arreglos de la casa. De todo ello lo que mas me molestaba era la grieta del balcón que salió el año pasado y que veía cada mañana al despertar. Bueno y ya sabes lo que pasa; ya que estamos que pinten, y ya que pinten que cambien en suelo y cuando me quise dar cuenta tenía el balcón patas arriba. Eso sí, ahora cada vez que me levanto es como si es tuviera en la playa ¡ha quedado ideal!

Pero es que además ya que venían decidí que arreglasen de una vez el suelo del garaje ¡¡en menudo lío me metí yo solita!! Lo teníamos pendiente si, pero el problema es que levantó en mí un sentimiento de tirarlo todo y no se si ha sido terapéutico, o es de libro lo de querer deshacerte de todo, pero ¡madre mía! Cada día sacaba bolsas y bolsas al contenedor: baldosas que ya ni teníamos, papeles que guardábamos desde el primer año de la casa (¡¡todas y cada una de las facturas del gas, agua, electricidad… de hace más de veinte años!!). Llegó un momento en el que decidí que ya no quería nada material y, lo reconozco, ahora me siento mucho mejor. Si, ya lo se, me lo digiste mil veces, pero es ahora, que entiendo la fragilidad de la vida, que no quiero ni un “por si acaso”, que no quiero que nada me ocupe un espacio que no sea útil y vaya a utilizar. Y si, cuando ví terminado el garaje me invadió un sentimiento muy tuyo de satisfacción y que va unido a la recompensa que viene tras el esfuerzo de no dejar lo que sabes que tienes que hacer para más tarde y arreglar lo que es necesario. Eso me lo enseñaste a lo largo de estos años y de repente me he dado cuenta que ya está dentro de mi.

También me pusieron ventiladores en la terraza. Los probé y dan bastante aire. Yo creo que vamos a conseguir estar en la terraza este verano sin morirnos de calor y sobre todo ¡¡sin moscas que nos den la lata!!

¡Ah! Casi se me olvidaba… y tuvimos la reunión anual de vecinos, ya sabes un clásico: unos dicen blanco otros negro y durante media hora sin dejar dar de dar vueltas a lo mismo. Seguimos como la última vez: que si el muro, que si los paneles solares, que si como reemplazamos las lamparas que hay rotas en la comunidad…  nada nuevo, Y hacía tanto tiempo que no iba me resultó tan apasionante como agotador.

Y una vez resumido lo que atañe al mundo material, entramos en el mundo de las emociones con el primer domingo de mayo: el día de la madre. Un día muy especial para mi los últimos 14 años. Aunque no es lo normal, ese día me desperté sola y sin levantarme de la cama fui haciendo repaso de los distintos días de la madre que celebramos juntos y no pude evitar sonreir. Sonreir por todo el cariño y todo el amor que hemos compartido estos años juntos con los niños. Porque nos costó mucho ser padres, porque no tiramos la toalla nunca y porque una vez que lo conseguimos ¡¡cómo disfrutamos!! El mejor regalo. Y recordando cada año, me venían momentos únicos, todos ellos especiales con desayunos tranquilos en la terraza, de esos que me encantan con el sol de mayo ya iluminando la terraza. Y aunque fue distinto, se que así es como será a partir de ahora, distinto. Pero seguiré celebrándolo porque ser madre es una de las cosas más maravillosas que me han pasado en la vida.

Seguimos avanzando el mes y el fin de semana siguiente lo pasamos super tranquilos en casa e intentamos arreglar una bici que estaba pinchada. Cuando me quise dar cuenta,… ahí estaban Gonzalo y Juan en el jardín, con la cámara metida en agua buscando el pinchazo. Me paré a verlos, ellos no me veían y no pude evitar sonreír. Sonreir porque ahí estabas tú, pude sentir tu presencia, pude sentir como les habías cogido de la mano, y como tantas veces, les habías ido indicando como hacerlo. Esta vez no te escuché, pero te sentí en su interior, y cuando lo han necesitado ha salido porque esta ahí. Y no me puede hacer más feliz sentir que sigues a su lado, ayudándoles en el día a día. Por cierto, que tengo que comprar un hinchador de bicis y no tengo ni idea cual, así que como no se las diferencias entre unos y otros… pues el que me parezca más mono y quede mejor en el garaje. Si Juan sí, ante todo que no falte la “monancia” (como me decías entre risas).

A lo largo de todo este mes he estado más pendiente de los niños y eso me ha permitido disfrutar mas y entender más de cerca como estaba cada uno de ellos en el proceso de adaptación a nuestra nueva vida. Tengo que decirte que a todos les costó mucho empezar el curso, pero conforme hemos ido avanzando en los meses, poco a poco han ido ajustándose y adaptándose al nuevo día a día, a las nuevas rutinas a los nuevos tiempos. Eso no quita que te echen de menos (eso siempre pasará porque padre sólo hay uno) y que les encantaría ahora mismo que entrases por la puerta y darte un abrazo enorme. Pero saben que eso no pasará pero que la vida es maravillosa y nos esperan cosa fascinantes tanto en el día a día como en el futuro.

Tatiana sigue tan responsable como siempre. Es la que más tiene esa parte más disciplinada y responsable. Y en general no deja aflorar mucho sus emociones, llora poco. Sin embargo de vez en cuando salen y no tiene freno. Por ejemplo, el otro día, se acercó por la noche, antes de acostarse, con los ojos rojos y le pregunté:

– ¿qué te pasa? . Ya sabes lo reservada que es… no quería decírmelo, pero la emoción era intensa m y sintiendo que no iba a poder parar de llorar me contestó

– Echo de menos a papá

Y se puso a llorar… y así estuvo durante más de media hora.

Se le sumó Alejandro. Que fue capaz de ir un poquito más lejos y nos comentó que echaba mucho de menos ir en bici contigo, arreglarlas como hacíais juntos… él es el que ha cogido de ti esa parte más tranquila, más observadora, más curiosa.

Juan esta mucho mejor que los últimos meses que estuviste con él. Está más tranquilo y derrocha energía y vitalidad. El otro día, un día en principio como otro cualquiera, estábamos en la cena y no te puedes imaginar lo que nos hizo reír.  Juan nos contó que estaban preparando una fiesta para fin de curso y estaba emocionado, divertido, alegre,… muy adolescente. Estuvo haciendo payasadas toda la cena y jugando con sus hermanos. Luego, cuando nos subimos a dormir, todo siguió igual. Todo muy divertido. Haciendo bromas… y por primera me invadió un sentimiento de felicidad y plenitud. El proceso iba avanzando. Hasta juan empezaba a encontrar ese hueco de felicidad, de locura propio de su edad.

Se levanta todas las mañanas bien temprano (en eso es como tú, creo que quiere imitarte) y viene a darme un beso. A veces nos quedamos juntos, yo aún con los ojos cerrados y hablamos. Otras veces simplemente viene a despertarme dulcemente y me dice te quiero y nos quedamos abrazados unos segundos. Y no puedo evitar sonreír y sentir una gran paz interior. Y así empiezo el día. Disfrutando de su abrazo matinal. Y entonces siento lo mucho que echo de menos los tuyos. Esos abrazos que me protegían, los que me daban apoyo cada día, los abrazos que me hacían resetear y seguir adelante, los que me tranquilizaban cuando estaba como una moto y en los que me envolvía cuando el fin de semana conseguíamos ver todos juntos una peli después de comer.

Alejandro está algo despistadillo y disperso pero más tranquilo y sereno. El último día del mes, tuvimos un momento ideal. Nos levantamos después de una noche de lluvia. Cuando salí al balcón, como tras cada tormenta, estaba lleno de hojas y tierra. Pero de repente ví una mariposa negra tumbada en el suelo. Avisé a Alejandro, que como a tí, le encantan y le dije:

– Mira Alejandro, hay una mariposa. Parece que está muerta.

Entonces se agachó, la empezó a mirar y me dijo:

– ¡¡Mamá está viva!! Sólo que no se podía levantar.

Entonces cogió el teléfono y estuvo haciendo fotos. Hasta que consiguió ponerla encima de su manita, y que empezase a volar. Esa fue la última foto que tomó. Vino corriendo y me enseñó toda a serie. No puedes imaginar lo bonitas que quedaron. Tiene algo especial. Un día un amigo tuyo del cole me dijo que desde que os conocisteis tú eras igual, y sonreí. Esa sonrisa que me sale en momentos como estos en los que tú vuelves a aparecer.

Gonzalito ha estado más revueltillo este mes. Ya sabes que siempre está pendiente de todos nosotros y eso hace que muchas veces el pobre se le haga bola y no pueda más. ¡¡Si es que bastante hace!! El otro día vino preocupado porque le dolía la tripa. Yo que llevaba observándole toda la tarde, y había visto que se había mordido la lengua varias veces para no molestar, o para que algún hermano no se enfadase… estaba convencido que eran nervios. Había ido acumulando estrés en su interior y por algún lado tenía que salir. Así que pensé que era el día de enseñarle a observarse, a escuchar a su cuerpo, a aprender que no siempre las medicinas son lo mejor para resolver un dolor de tripa, que a veces descansar y sentir lo que te está pasando para frenar puede ayudarnos.. Lo hizo y al rato me dijo que estaba mejor. Y sonreí.

Y yo… en crisis personal. Después de un mes desde que empecé a sentirme raruna, incómoda… desde que empecé a sentir que algo no estaba funcionando bien, y sin embargo era incapaz de entenderlo, creo que ya he encontrado el porque: y es que no es sólo que te eche de menos, sino que estoy completamente desequilibrada porque tú eras quien me paraba cuando veías que iba a mil, quien me daba tranquilidad a mi vida, quien cuestionaba mis decisiones y hacía que siempre buscara una solución mejor, con quien compartía la responsabilidad de nuestros hijos, quien me abrazaba cuando las emociones me superaban, quien avisaba a los niños con humor “mamá esta estresada no le digais nada” cuando veías que me metía en la cocina y me ponía a hacer bizcochos, flanes , merengues… y ahora cuando llego a esos estados solo encuentro el hueco de tu ausencia, una sensación extraña de vacío y torpeza. Siento de repente como si cojease al caminar y tuviera que volver a aprender a andar. Y una vez que lo he entendido, en ello estoy: aprendiendo a caminar con mis nuevos zapatos, con el recuerdo de como andaba antes y sabiendo que aunque de forma distinta… todo va a salir bien.

Te quiero infinito…. Tu princesita.